Hablemos de pensiones, es urgente
María José Bosch Directora Centro Trabajo y Familia ESE Business School – Universidad de los Andes
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María José Bosch
La población chilena envejece producto de sus bajas tasas de natalidad y defunción. Según la ONU, estos indicadores, que representan altos niveles de desarrollo humano, están llevando al país a una situación que presenta importantes desafíos para la sostenibilidad económica y social.
Según estimaciones del INE al 2050, el 25% de la población chilena se compondrá de adultos mayores y el 61% se encontrará en edad activa. 2019 fue el primer año en que la fuerza laboral potencial comenzó a disminuir desde 1980.
A pesar de que el envejecimiento de la población es un fenómeno mundial, el caso de Chile merece urgente atención, porque es el país de América Latina que se encuentra más avanzado en el proceso de transición demográfica, donde las personas adultas mayores aumentan significativamente, sin generaciones jóvenes que las sucedan. Todo lo cual impacta fuertemente en los sistemas de salud, previsión y cuidados.
La transición demográfica describe los procesos de cambio poblacional a lo largo del tiempo, basándose en dos variables principales -las tasas de natalidad y de defunción-, medidas en cuatro etapas. La primera etapa es donde existe un balance entre ambas tasas, siendo ambas altas, pero que, al netearse, resulta en un crecimiento poblacional del 0,05%. En la cuarta etapa ya hay un envejecimiento sostenido y una disminución notable de la población de niños y jóvenes, por lo que no existe el reemplazo generacional.
La transición de una etapa a otra ha sido diferente en cada país. Por ejemplo, ocurrió a lo largo de 250 años en gran parte de Europa, mientras que en el resto de mundo ha sido un proceso acelerado y repentino. En el caso de Chile, sólo se tardó cuarenta años en pasar desde la primera a la tercera etapa de transición demográfica. Por esto es importante analizar cómo se proyecta, para los próximos años, el aumento de la población de adultos mayores.
En Chile tenemos varios desafíos. Por una parte, tradicionalmente las familias eran las que entregaban el apoyo a los adultos mayores, tanto nivel económico, como de cuidado y protección. Pero en la actualidad han disminuido los hogares donde cohabitan varias generaciones. Por otra parte, el ingreso promedio per cápita disminuye fuertemente desde los 60 años, explicado principalmente por el retiro masivo del mercado laboral. Finalmente, los datos muestran un fuerte aumento en los gastos en salud en este grupo de la población.
Desde hace años sabemos que tenemos un desafío en mejorar las pensiones en nuestro país, pero en vez de enfocarnos en mejorarlas, hoy estamos peor que antes. Es urgente discutir alternativas viables de pensiones, tomando en cuenta el envejecimiento de la población, el mercado laboral y la demografía de nuestras familias, entre otros. Porque algo es claro, los adultos mayores serán más y no podemos olvidarlos.